La autoexigencia ¿amiga o enemiga?

La autoexigencia puede ser mucho más que una característica o un “defecto” de la personalidad, puede tomar diferentes formas que muchas veces somos incapaces de reconocer. El problema no se encuentra en la autoexigencia sino en la forma en la que la manifestamos y lo que esperamos de nosotros mismos.

Uno de los aspectos más importantes para mi es la relación terapéutica, por eso para mi es esencial poder mostrarme siempre respetuosa, flexible, sincera y empática, proporcionándoles un espacio seguro y libre de juicios donde poder ir construyendo juntos y juntas aquello que es necesario para encontrar su bienestar.

La autoexigencia amiga nos ayuda a mejorar, a conseguir objetivos y a superar retos o dificultades. Se manifiesta en nuestro interior como un buen líder, que nos habla de una forma constructiva, nos motiva, nos respeta, valora nuestros éxitos y nos anima en los fracasos.

Ahora bien, ¿es así como siempre se nos manifiesta nuestra autoexigencia? ¿Qué pasa cuando es nuestra enemiga?

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La autoexigencia nuestra enemiga

La autoexigencia comienza a ser perjudicial cuando se trasforma en la necesidad de un perfeccionismo extremo, donde no se permiten los fallos, se internalizan altos estándares y se comunica con mensajes rígidos y absolutos. Se va desarrollando hasta generar altos niveles de angustia, presión, ansiedad, culpa, rabia, todos relacionados con esa sensación de no valer o ser suficiente, al no lograr cumplir con las propias expectativas planteadas.

¿Cómo identificar la autoexigencia?

Se puede identificar a partir de los siguientes mensajes que conforman nuestro diálogo interior crítico:

  1. Ser perfecto: “sé el mejor”, “no te equivoques”, “tienes que tener el primer lugar”, “tienes que…”,  “debes…”

  2. Ser fuerte: “tu aguanta”, “no te pongas sensible” “tú puedes con todo solo/a”, ”no necesitas ayuda”…

  3. Ser rápido y eficiente: “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”, “no es cuando tú quieras”, “las obligaciones están primero que tus necesidades” “no pares, date prisa”

  4. Ser bueno: se anulan las necesidades auténticas para cubrir las necesidades de otros, “primero los demás”, “piensa en el otro”, “no seas egoísta”

¿Os suenan alguno de estos mensajes internos? Cuando estos mensajes se internalizan terminan afectando a nuestra autoestima y nuestra concepción sobre nosotros mismos, nunca nada está bien ni es suficiente, entramos en una crítica constante hacia nosotros donde el sentimiento principal es el de no valer y no ser suficiente, devaluándonos a nosotros mismos a partir de diferentes mecanismos.

  1. La justificación: se devalúa un éxito a través de la argumentación y/o fundamentación de datos externos. Ej: “Bueno, me salió bien el examen porque ya había estudiado antes el tema”, “salió más o menos bien, pero fue porque el público estaba muy positivo el día de la exposición”

  2. La minimización: se devalúa el logro quitándole importancia al compararlo con otra información. Ej: “La verdad es que no es algo muy complicado” “Me han ascendido pero tampoco es un gran puesto” “me ha salido bien el arroz pero a mi madre le queda mucho mejor”

  3. El negativismo: se devalúa un éxito tomando siempre de referencia las fallas que pueden presentarse o ya se presentaron. Ej: “no voy a poder, no tengo el conocimiento suficiente”, “me ha salido horrible, por más que intento no me sale”

  4. La paralización: consiste en la detención involuntaria ante la exagerada autodemanda. Las sensaciones pueden ser de embotellamiento o vacío. Ej: “No puedo, no sé cómo ni por dónde empezar”

  5. La anulación: simplemente no vemos los logros. Ej: Trabajar durante todo el día pero terminarlo con la sensación de no haber hecho nada.

¿Cómo transformar la autoexigencia en amiga?

Ahora que ya sabemos identificar a la autoexigencia que es nuestra enemiga, ¿cómo la trasformamos en amiga?

  • Aceptarnos, hablarnos desde el cariño y el respeto.  Señalamos nuestros errores y lo que podemos mejorar con respeto, sin descalificarnos y aceptándonos tal y como somos.

  • Escuchar nuestras necesidades auténticas: observar los verdaderos deseos propios y lo que tú quieres para valorarte y priorizarte.

  • Ser objetivos en las valoraciones que hacemos, analizar la situación concreta, sin generalizar ni exagerar de forma negativa.

  • Automotivarnos sin presionarnos: Cambiar los “tengo”, “debo”, etc. por “quiero”, “me gustaría”. Pregúntate ¿Tengo o quiero?

  • Saber ver nuestros logros y valorarlos: Felicitarnos por el buen trabajo y valorar lo que hemos hecho bien.

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Aurora López

Psicóloga especialista en infancia y adolescencia, terapia familiar y de pareja

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